Publicado el

Reflexiones Panameñas. Un ensayo.

Por fin, después de varias semanas sin tiempo para nada, tengo la oportunidad de sentarme delante del teclado para una reflexión que ya hacía unos días daba vueltas en la cabeza. Lo he llamado «Reflexiones Panameñas» pues creo que Panamá es un país claramente representativo de la idea del artículo. Aun cuando hay otros, muchos países, en que podría aplicarse el mismo cuento.

El caso es que, como algunos de mis amigos, conocidos y familiares saben, hace dos semanas estuve en Panamá por motivos de trabajo. Es ya la cuarta o quinta vez que visito Panamá, siempre por trabajo, aunque a veces he tenido iempo al menos de un paseo por el casco viejo, o una visita al canal (no fue este el caso). Y siempre he podido (de hecho es parte de la mayoria de trabajos que he ido a hacer allá) hablar con personas de diferentes estratos y condiciones económicas, y conocer la realidad del país.

Siempre que viajo a Panamá, y existe la posibilidad de escoger hotel, los organizadores del sarao que sea me suelen recomendar varios, y casi siempre un factor fundamental es el hecho de que desde el hotel pueda accederse a restaurantes o tiendas, sin salir a la calle o recorrer apenas, textual, unos metros.

¿La razón? Supongo que es fácil de entender… La delincuencia. Panamá es una ciudad insegura, y mucho, y más de noche. Y más todavía si, como es el caso, se ve en la cara de uno que no es de allí. Por ello, se valora estar en un hotel que te permita comprar algún reuerdo, encargos o poder cenar o tomarse una cerveza (opción muy deseable con un clima como el panameño).

Y… ¿A que viene esta larga presentación? Pues… Porque uno tiene alma literaria, y quiere hacer más patente, si se puede, la contradicción Panameña: el epítome del liberalismo economico donde no se ven las supuestas bondades de dicho sistema.

Panamá tiene una de las economías de mayor crecimiento del mundo, aspecto que ha sido destacado por numerosos organismos internacionales. El principal motor ecónomico es el Canal, una verdadera maravilla de ingeniería que convierte al país en un actívísimo centro de comerio internacional. No solo de transporte, sino también base de una pujante industria de importación y exportación.

Pero no sólo es el transporte mrítimo, aunque obviamente es  el mas importante, el único que supone un motor de desarrollo internacional. El Aeropuerto Internacional Tocumen es uno de los «hubs» de transporte aéreo más importante de las Américas. Panamá se conecta por vuelo directo con casi todo el continente, y especialmente con Centroamérica, Caribe español e inglés, y todo el cono sur. Esto lo convierte igualmente en un lugr privilegiado para sedes «LATAM» o «CAC» de compañías multinacionales y organismos internacionales.

No me olvido de otro de los sectores más conocidos de la economía de Panamá: el sector bancario. Un inmenso número de entidades bancarias conforman un sector financiero muy desarrollado, que genera empleo y necesidades de personal cualificado de manera creciente. Es mas, en relación al factor empleo, Panamá ofrece unas cifras que causarían la envidia de la sociedad española. Una tasa de desempleo en el 2010 de poco más un 4% (incluso, podemos afirmar que, en cierto modo, es inferior: algunos amigos panameños, personas con mucho conocimiento e influencia en su país, me dicen que si se excluyera de este calculo a la población indígena -que tiene unas particularidades muy especiales, y es complicado en terminos generales que puedan acceder al mercado de trabajo del área metropolitana- la cifra real sería inferior al 3%). Los universitarios se incorporan al mercado de trabajo, «trabajando de lo suyo» en plazos de tiempo que, según la carrera, oscilan entre la inmediatez y unos tres o cuatro meses.

Adicionalmente, desde hace ya, pongamos un par de años, el país está asistiendo a un crecimiento sin precedentes de la obra civil y la construcción. Se hace la broma de que el país debería cambiar su bandera por un letrero de esos de «under construction»: el «nuevo canal«, carreteras, el Metro, reformas y ampliaciones de aeropuertos, circunvalaciones, crecimiento inmobiliario tanto en el área metropolitana cómo en algunas regiones…

Es decir, estamos ante un pais que ha logrado tasas de crecimiento económico como hay pocas en el mundo, y donde aun no se ha comenzado la explotación masiva e intensa de sectores como el turistico, el agrícola (menos desarrollado, por ejemplo, que sus vecinos de norte y sur) o la manufactura.

Y todo ese innegable crecimiento ha tenido lugar de la mano de una ideología económico política claramente inspirada y seguidora de los principios del liberalismo economico: una baja fiscalidad, tanto para empesas como para particulares, facilidades para el establecimiento de empresas, zonas francas, una legislación laboral muy flexible, que permite la contratación, y el despido, con facilidad, y una apuesta clara por ese famoso mantra de «el dinero está mejor en mi bolsillo»: la sanidad  y la educación públicas (al menos, en este caso, hasta el nivel universitario) son sectores muy débiles, poco respaldados por el dinero público, ocasionando que las clases medias y medias altas del país opten de manera unívoca por las opciones privadas.

Es decir, Panamá lleva siendo durante muchos años el sueño de los neocons, los organismos internacionales, y de los partidos politicos que, a lo largo de todo el mundo (como es, en el caso de España, el PP) abogan por la libertad sin restricciones de la actividad económica como una garantía de empleo, bienestar y una sociedad próspera. Nadie puede objetar que Panamá permite y ha permitido el desarrollo del modelo economico neoliberal con total libertad.

Y, sin embargo… ¿Porque en un país tan próspero y con tato trabajo, yo tengo que reservar hoteles donde no necesite pisar la calle para comprar en tiendas o cenar un entrecot? ¿No era que el ideario neoliberal nos iba a llevar al mejor de los mundos posibles?

Alguien podría argumentar que eso mismo, la delincuencia, sucede en otros países de Centroamérica. Efectivamente, pero tampoco en ninguno de ellos se ha desarrollado el modelo neoliberal con una ortodoxia tan marcada como en Panamá (bueno, puede que El Salvador, pero al no tener recursos como el canal o sectores como el bancario, su capacidad económica se reduce a la manufactura barata y se puede alegar que el nivel de empleo no puede crecer hasta un punto que garantice bienestar social). Guatemala es en estos momentos un estado fallido, al borde de casos como Afganistán. Nicaragua y Honduras bajo regímenes politicos poco fiables , en el caso del primero, y devastado por catástrofes naturales y sociales el segundo, y Costa Rica, que lleva años bailando un tango extraño con su, otrora, ubicuo sector público.

Una pista de por donde van los tiros me la dió un taxista, camino del aeropuerto. La cuetión era sencilla Si en este país, con recursos y sectores económicos desarrollados, una población no excesiva, trabaja casi todo el mundo ¿Quienes asaltan por la calle? ¿Acaso los vagos? ¿Tantos hay? Ese ha sido siempre un comentario de cierta derecha: los ladrones son los vagos o los que quieren vivir de lujo… Pero la verdad es que ese tipo de razonamientos no resisten el más mínimo analisis sociologico. Y no creo que puedan aplicarse otras excusas, que rayan en el racismo, a un pais que controla de manera eficiente y estable una de las mayores obras de ingeniería del planeta, mientras construye una ampliación de la misma.

La respuesta es sencilla… ¿Quienes asaltan? Los mismos que trabajan por salarios de hambre que no llegan para vivir: peones, vigilantes, señoras de la limpieza, barrenderos, trabajadores informales..etc. Así de sencillo. En un pais sin servicios sociales, con una sanidad pública casi inexistente, donde la educación pública apenas alfabetiza a una población condenada a seguir el mismo camino que sus padres, y donde las clases medias altas y altas se protegen en torres de inmensos apartamentos protegidos por ejercitos privados, o en sus automóviles de super lujo on cristales blindados… Se crean selvas.

Los defensores del libre mercado argumentarían que la sanidad o la educación reducirán sus precios al entrar nuevos competidores y bla bla bla… Mentira, las calles de Panamá revelan la triste verdad del simple e inútil modelo de la famosa «mano invisible»: que no existe la competencia perfecta, que no toda persona que lo desee puede convertirse en actor económico… y que, con sus calulos de elasticidad en la mano, la sanidad privada decide que no va bajar los precios porque no ganará más dinero, y se juntan quienes deberían competir entre ellos para impedir que nadie más entre al mercado. La educación privada, la única puerta de acceso a unas condiciones de vida mejores que las de generaciones anteriores, está negada a quienes no tienen unos ingresos mínimamente adecuados… y, que no nos cuenten lo de que la universidad pública es de calidad y muy barata (que lo es). Porque al final sólo los mejor preparados acceden a ella, y esos NO son quienes han recibido alfabetización básica en vez de educación completa.

Panamá es una muestra clara y evidente de algo que la situación actual muestra, y contra la que cabe pocas objeciones: el capitalismo, entendido como capitalismo neoliberal de completa apertura de mercados y de no intervención del estado (excepto para cubrir pérdidas, claro) está muerto (por mucho, muchísimo menos, todos los coros de palmeros decretaron hace años la muerte del comunismo a toda velocidad -y antes de que nadie salte, aviso: no estoy a favor del comunismo, ni nunca lo he estado, por las MISMAS razones que estoy en contra del capitalismo liberal, porque responde a un modelo de ser humano y de sociedad IRREAL- ). Si algo ha demostrado la actual crisis es que el único modelo económico viable para conseguir sociedades justas y equilibradas es un modelo capitalista donde determinados sectores económicos sean propiedad de los estados o estén controlados fuertemente por ellos, y donde el estado establezca mecanismos que contribuyan a la oferta de oportunidades para todos, sin exclusión por razones diferentes del mérito. Porque, de otra forma, a lo que vamos es a ser, todos, nuevos Panamás (y no nos confundamos, los asalariados, ganemos 500 o 5000, somos proletarios, creernos lo contrario porque tengamos un Volvo S40 y/o un plasma de 50 pulgadas es una falta notable de sentido de la realidad).

A no ser que queramos, como quieren imponer los neoconservadores, vivir en la ley de la selva (a la que ellos llaman libertad). Pero, entonces, que piensen que a lo mejor algunos deciden que, si vale todo, tambien podemos entrar en las bolsas y degollar a los financieros… a fin de cuentas, son ellos los que impusieron esas reglas del juego, ¿no?

Saludos «cafetaleros» .

Deja un comentario